26 Oct
26Oct

La rumiación: darle vueltas y más vueltas El término suena a algo que haría una vaca en el campo, pero en psicología significa revivir, una y otra vez, hechos del pasado. Es como una cinta de correr emocional: gastas energía, pero no llegas a ninguna parte. Ejemplo: te acuerdas de aquella vez que te resbalaste en público. En lugar de reírte, tu mente insiste: “¡Qué vergüenza! ¿Por qué no usé otros zapatos?”. Cuanto más lo piensas, peor te sientes. La rumiación nos atrapa en la culpa, la vergüenza o el arrepentimiento, sin dejarnos avanzar.


Los pensamientos intrusivos: invitados no deseados Estos son los “okupas” de nuestra mente. Llegan sin aviso, se instalan y no hay forma de echarlos fácilmente. Quizá estés trabajando tranquilo y de repente te viene la idea: “¿Y si digo algo inapropiado en la reunión?”. No querías pensar eso, pero cuanto más intentas sacarlo, más aparece. Como cuando intentas no tararear esa canción del verano… y acaba repitiéndose aún más fuerte en tu cabeza.


Pensamientos en bucle: la playlist infinita Aquí hablamos de pensamientos que vuelven una y otra vez, como una canción pegajosa que no se borra. A veces giran en torno a preocupaciones, dudas o arrepentimientos. Y aunque racionalmente sepas que no sirve de nada, tu mente insiste en darle al “replay”. Es agotador, porque la sensación es la de estar atrapado en un círculo que nunca termina.


¿Cómo romper este disco rayado?

Algunas claves prácticas: 

  1. Aceptar y soltar → Reconocer que son solo pensamientos, no realidades. Saludarlos mentalmente y dejarlos pasar puede quitarles fuerza.
  2. Distracción con propósito → Bailar, cocinar, hacer deporte, jugar con tu mascota… cualquier actividad que cambie el disco mental.
  3. Mindfulness → Practicar atención plena ayuda a volver al presente y a tomar distancia de la “tríada rayada”.
  4. Mover el cuerpo → El ejercicio físico libera endorfinas y despeja la mente.
  5. Escribirlo → Poner en papel lo que ronda en tu cabeza ayuda a sacarlo fuera y mirarlo con otra perspectiva.

Cuándo pedir ayuda A veces, por mucho que intentemos, los pensamientos se vuelven demasiado intensos o persistentes. Busca ayuda si: 

  • Afectan tu vida diaria.
  • Aumentan tu ansiedad o tu tristeza.
  • Te llevan a una autocrítica constante y dañina.
  • Te resulta imposible concentrarte en otra cosa.

Pedir apoyo profesional no es un signo de debilidad, sino un paso valiente hacia tu bienestar. 


En resumen La mente a veces se comporta como un DJ caprichoso: repite la misma canción hasta agotarnos. Pero no tienes que quedarte atrapado en ese bucle. Con algunas herramientas, y si es necesario con acompañamiento profesional, es posible recuperar la calma y vivir con más ligereza.

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